jueves, 17 de diciembre de 2009

con esos jodidos pasos

.


Y ahí me tienes, saliendo de trabajar, tarde otra vez. No acabo de entender como funciona eso, estoy allí a veces, la mayor parte de la mañana haciendo cualquier cosa, mientras pasa el día, y justo cuando se acerca la hora de la salida es cuando llega el trabajo de verdad. Y hay que terminarlo.

Vale, casi nunca me importa demasiado, pero hoy había quedado de llegar a hacer algo de comer. Ya era bastante tarde para comer, no se diga ya para apenas hacer algo para comer.

De cualquier manera trato de apurarme, el día es ligeramente frío, deben de pasar un poco de las 4 de la tarde, ni siquiera quiero mirar la hora. Me pasa eso, que a veces es muy tarde, o muy temprano, para cualquier cosa, y no hay problema, pero luego veo el reloj y es como si la soga hedionda del tiempo se cerrara poco a poco sobre mi cuello, llega la ansiedad y el barranco de las cosas por hacer me come. No es bueno ver la hora.

Bueno, el caso es que camino el mismo tramo de todos los días, me ahorra un camión y le hace algo de bien a mis entumidas piernas. Debería de salir a correr de nuevo. Tal vez entrando el año. Por ahora solo camino, un poco apurado el paso que por lo regular es harto lento. Voy pensando en nada, me duele la mandíbula, estoy apretando la jodida mordida inconscientemente, dicen que es tensión, muy seguramente lo es, y pienso en ello cuando me duele, cuando se distienden un poco los músculos y el dolor ese molesto me recuerda que sigo tenso, tenso y caminando. Volteo hacia atrás, no estoy seguro de porqué, puede que hallan pasado unas caderas que me lo sugirieran, no lo sé, pero la veo de lejos, sigo sin pensar en nada, no le pongo atención.

Es hasta más adelante que la noto de verdad, cuando siento sus pasos muy cerca de los míos propios, volteo como reflejo, es una mujer, mis reflejos suelen ser buenos, o por lo menos rápidos en este rubro.

El recorrido hasta el camión se lleva sus buenos 15 o 20 minutos, ella me alcanza cerca de la mitad. Y si, alcanza es la palabra. Lleva unos audífonos, va en la completa pendeja como casi siempre el resto de nosotros solemos hacerlo, pero parece que tiene también algo de prisa. Más que la mía pudiera decirse, o tal vez siempre anda de esa manera. Se empareja por no más de cuatro pasos, me hago a un lado y le cedo el interior de la acera, a veces soy todo un caballero. Ella ni lo nota, ni me nota, a mi no me importa, no es el tipo de mujer que suela interesarme, aunque vale, mi abanico de gustos en cuanto a mujeres es bastante amplio y sin muchos complejos, la cosa es que no me interesa, por lo menos no pienso en tirármela y esas cosas que luego la gente piensa que pienso (ok, ok, lo pienso muchas veces) pero si me llama mucho la atención, esa manera que tiene de caminar.

No es esa cadencia completamente infame que tiene, ni su espalda ligeramente curva que casi no se mueve con sus pasos, debería enderezarse y seguro mejoraba mucho, por lo menos es lo mismo que siempre me dicen a mi. No es tampoco ese pantalón a la cadera que deja en evidencia la carne pródiga que se desborda cubierta apenas por una playera negra algo deslavada, ni las piernas casi excesivamente cortas con esas rodillas que parece que van a chocar entre si a cada paso. No son los converse, ni el morral colgado a su costado que se balancea con algo de peso.

No. Es más bien esa manera de avanzar, endemoniadamente rápido con esos jodidos pasos y como si no se fuera moviendo. Me hace pensar que voy muy lento y acelero el paso, algo así como si espabilara un sentido extraño y más bien bastante sinsentido de competencia, la voy a alcanzar pienso. Va apenas unos cinco metros por delante, y en el tiempo que me toma la decisión, ya doblo la distancia. Mis decisiones siempre han sido lentas, concluyo. Pero sigo en el empeño. La cosa es que aunque voy más rápido, la distancia solo parece alargarse. Cómo chingados lo consigue. Debe de ir casi trotando, me digo. Y enseguida me desdigo, solo va caminando, y ni siquiera parece que le fuera poniendo algo de esfuerzo. En unos 7 minutos ya va dos cuadras adelante, carajo, pienso, y yo tengo que llegar a hacer algo de comida. Y ella ahí va, como alma que lleva el demonio. Debe de estar poseída. Me alegro de yo no estar poseído. Suelo alegrarme con cualquier estupidez. Solo se aleja y se aleja más, yo veo y trato de saber que es lo que hace (aparte de estar poseída) para avanzar de esa manera, no son zancadas largas, incluso arrastra un poco los pies, ni son tampoco pasos cortos y apresurados, son solo como los mios… pero mucho más efectivos. Igual que en casi cualquier otra cosa. Aviento un par de groserías para mis adentros y vuelvo a mi andar lento y disperso. Me vale madre. Otra vez


.

lunes, 14 de diciembre de 2009

feria

.



Qué es lo que hace un tipo gregario y casi completamente antisocial en una feria atestada de gente.

Bueno, pues se hace esa misma pregunta una y otra vez, sin llegar a comprender las razones, achacándolo a su falta de carácter y a esa costumbre algo insana de hacer lo que se va presentando sin nunca valorarlo o siquiera meditarlo un poquito.

Lo cierto es que allí estaba yo, en medio de todas esas personas que caminaban y caminaban y llegaban hasta el horizonte y venían, si volteaba a mi espalda, desde el otro extremo del horizonte. Todo ese espacio hirviendo de gente que se congrega en un área relativamente pequeña e invadida de ruido, polvo levantado por sus propios pies y un hedor de todos sus propios hedores mezclados.

Camino al igual que ellos, junto con ellos, pegado a ellos. Es difícil caminar de otra manera. Así que allí estoy, entre esa marea de carne que se mueve irregular, con un dolor en el costado de mi cabeza que parece que me va a reventar un ojo, sucede a veces últimamente, pasa pronto pero deja una sensación muy incómoda que permanece por horas; y de repente me doy cuenta de que la diversión, que según entiendo, es parte primordial del venir a un lugar así, se mantiene ausente, o por lo menos, muy disimulada dentro de sus corazones alegres (…), empiezo a estudiar a toda esta gente, sus rostros adustos y sin sonrisas, sus espaldas algo encorvadas, sus pies que se arrastran y se llenan de tierra, miradas cansadas, hostiles algunas, ausentes muchas, caminan y ven algo indiferentes toda esa basura que tal vez pudieran comprar pero que muy pocos de ellos lo harán. Se vistieron muchos con lo mejor que encontraron en sus guardarropas, yo mismo me puse una camisa e incluso hice un burdo esfuerzo por plancharla, ya no me importa a estas alturas, pude haber venido en pijama, si es que tuviera una.

Lo cierto es que hay muy pocas sonrisas, a excepción de esas expresiones algo estúpidas pero genuinamente hilarantes de los que pasan borrachos, que es uno de los objetivos de venir, aunque me sigue pareciendo una soberana estupidez venir hasta acá para emborracharse cuando fácilmente se puede hacer en cualquier otro lado mucho menos lejos y mucho más barato. En fin.

Por mi parte encuentro cierto placebo algo enfermo en ver y descubrir algunos traseros bien hechos que se atraviesan de cuando en cuando, un par de tetas, algunas de esas piernas bien torneadas y con un poco de suerte, las tres cosas en una misma mujer. Algunas de ellas inclusive solas, o por lo menos sin un tipo a su lado que reclame la propiedad. El asunto es que ligando (y más en este ambiente) siempre he sido una piedra enterrada, entonces me gano exactamente lo mismo que una mujer esté sola a que si estuviera en medio de una orgia con estrellas porno. Me limito a ver.

Y a seguir caminando.

En verdad no hay nada de verdadero interés, las mismas cosas que pudieras ver en cualquier tienda, a los mismos precios, unas vacas enormes y carnudas, toros con unos huevotes, olor a mierda y zorgo o alfalfa o lo que sea, no me interesa. Gente embaucando gente con estafas de jueguitos, dardos, pendejos tratando de levantar una botella con un aro, otros tantos queriendo meter unas pelotas que rebotan como el demonio (¿el demonio rebotará?) en unas cubetas, alguno ocasionalmente lo logra y se lleva a casa un peluche chino bastante mal hecho pero que exacerba los ánimos de todos los demás que se creen lo suficientemente superiores para por lo menos lograr lo mismo. Gasten sus quincenas de veinte en veinte pesos. Hay incluso unos bastante vivos que le cobran a unos bastante babosos un peso por acostarte en una alfombra toda mugrosa y que una pelotota sin ningún peso te pase por encima una vez…

Lo cierto es que antes de jugar, mientras juegan, después de jugar, siguen sin sonreir.

¿Se darán cuenta de ello?

Quería que un perro policía me mordiera un brazo en una demostración pero escogieron a otro güey.

Sigo caminando y dando vueltas como un marrano en un chiquero que ya le queda chico.

Luego volteo y veo otra vez la masa humana que se mueve gelatinosa y pienso la cantidad de partos necesarios para traer a toda esta gente al mundo. Liz me dice que me calle, que eso es asqueroso y yo estoy de acuerdo con ella, pero no me callo, sigo ponderando las placentas, la sangre y los cordones umbilicales, los gritos de las primerizas y las mandíbulas apretadas de las que la experiencia ha vuelto indiferentes. Tal cantidad de partos. Paso enseguida a considerar todo el sexo necesario para engendrar tanta gente que ni siquiera está sonriendo. Me viene a la cabeza una monumental orgía de fluidos que en verdad ni siquiera alcanzo a visualizar ni entender ni nada, Sodoma y Gomorra vueltas nada. Cuántos de estos no son más que un descuido o una calentura, cuantos de estos son sexo que se volvió castigo, cuántos de estos son vergüenza, cuántos son el mejor orgasmo de una vida, cuántos de estos no somos nada, cuanto pinche sexo carajo!, lo comparo con lo poco que me va a mi casi siempre y concluyo que el mundo es injusto. Valla conclusiones relevantes las mías.

Los puestos de comida están inflándose de dinero, más les vale con las cuotas que según cuentan les cuesta rentar un pedazo de tierra aquí. Hay gente por todos lados comiendo tamales, gorditas, tacos de lo que se te ocurra, carne asada y aderezada con la mugre que despide un millón de personas. Hamburguesas a dos por treinta, cerveza, fresas con crema y papas fritas en aceite reciclado dos millones de veces. Qué demonios, nunca he sido tan quisquilloso para comer. Pruebo algo y sabe a basura. Me lo como de todas maneras pero no pido más. Termino cenando exactamente los mismos tacos que ceno fuera de mi casa, solo que algo más caros. Incluso me los sirve el mismo tipo. Buen tipo el cabrón este, siempre me ha caído bien. La mesera se equivoca y nos sirve unos alambres que eran para alguien más, dice que nos los mandaron. Para cuando vuelve y dice que se equivocó, que no eran para nosotros, ya les hemos metido mano y nos quedamos con ellos. Al final nos cobran solo lo que originalmente pedimos. Bueno, ahora comí demasiado.

Salimos de cenar y ya se acabó el baile. Realmente casi nadie estaba bailando mientras duró. Pinche gente. Se dejan venir como estampida, después de haber caminado como vacas, sin ningún sentido, después de haber jugado juegos en los que no ganaron nada, ni siquiera una buena sonrisa, después de haber dejado buena parte del dinero de su semana sin que realmente halla valido la pena para la gran mayoría, después de haber comido basura y visto lujuriosamente a un montón de mujeres menos a la suya, vale, alguien más seguro la veía de la misma manera a ella. Yo lo hacía muy probablemente.

Las filas para los camiones son kilométricas. Revisamos pasajes y decidimos que nos vamos a gastar casi lo mismo que si nos vamos en taxi, así que ahí estamos, en la poco menos kilométrica pero igualmente tediosa fila para los taxis.

Tengo mucho tiempo para tomar un par de consideraciones más y me doy cuenta que efectivamente, más allá de mi metafórica manera de describir las cosas, el lugar real y literalmente apesta. Apesta a comida y a sudor y a mierda. Veo las filas que no avanzan y pienso en toda la gente allí cargando su comida y su sudor y su mierda y mezclándola con toda la comida y el sudor y la mierda de los demás. No me gustan los montones de gente. Una o dos o tres personas están bien. Pero cuando la individualidad se pierde para volverse gente, vale, de verdad me fastidia.

Mis manos les pasa algo raro, están rojas y brillantes, arden. No sé que chingados agarré. Por lo general el resto de mi cuerpo me vale madre, pero mis manos y mis ojos, son importantes. Necesito un baño, necesito la soledad de mi departamento y el silencio y la ausencia de todo y el olor ligeramente húmedo pero limpio de mi espacio, necesito una cerveza, necesito un ejercito de taxis que dispersen la fila y se lleven a todos estos partos y todo este sexo y toda esta mierda dentro de toda esta gente. Estoy listo para pasar por lo menos los próximos ocho o nueve meses alejado de lugares que tengan más de unas pocas personas.


.

jueves, 3 de diciembre de 2009

nada


´...porque luego uno no escribe lo que quiere -nunca escribe uno lo que quiere- sino lo que quieren las musas, que son muy putas y muy traidoras...´


sabina