miércoles, 15 de septiembre de 2010

mis huevos bicentenarios

Vale, esto pudiera ser ligeramente más largo de lo que suelo poner por acá, pero si no tienes nada mejor que hacer, quédate a leer cómo escupo sobre las fiestas patrias.

No pretendo descubrir ni evidenciar nada que no se halla dicho antes, ni meterme en cuestiones políticas/históricas/sociales tan raspadas como el tema mismo, escribir esto es solo mi muy particular forma de reventarle el hocico al mundo desde la trinchera bastante cómoda de estos párrafos, de decir una vez más (y no por última vez) todo lo harto que estoy del tema de nuestros doscientos años de libertad y la forma en que ello nos esclaviza. Es solo mi lado del cristal de un prisma que en principio no me interesa pero que no deja de molestarme.

Y es que hablar del bicentenario a estas alturas es redundar, dar vueltas sobre nuestra propia mierda y la manera en que concientemente nos la tragamos casi sin hacer gestos.

Comienzo por cuestionar como siempre el comportamiento humano y remonto hasta la hipótesis de que el ser humano es siempre un ente esencialmente egoísta. Y sin un conocimiento histórico profundo me atrevo no a dudar, sino a asegurar el carácter parcial y evidentemente sectorial de una revolución. Cualquier revolución. El movimiento de independencia no es más que un cambio de poderes, es la preocupación de un pequeño grupo de personas sobre su necesidad y su creencia al derecho por el poder, en beneficio propio por supuesto. Nos han bombardeado hasta el hartazgo de la iconografía heroica y desinteresada de los héroes de nuestra independencia, yo no creo en el heroísmo, por lo menos no en un heroísmo altruista. Pienso en las conspiraciones, los planes, las ideas, los deseos y no puedo imaginarme a los orquestadores de todo ello pensando en las vidas miserables de los indígenas, en la forma en que podría cambiar su situación, en la manera precisa en que ser independientes de España iba a mejorar las vidas de las mujeres, los hombres y los niños que trabajaban y morían en las haciendas, en las calles. Los veo en cambio a ellos, encumbrados en el poder y poseedores de esas vidas que morían en los campos sin saber si lo hacían bajo la corona española o la bota de un criollo. Los contemplaban, por supuesto, eran necesarios, indispensables como una fuerza de choque, como un ejercito completamente desechable, como carne de cañón siempre disponible, fácilmente moldeable, completamente a disposición. Murieron más de 600 mil mexicanos en esa lucha, cuántos sabían realmente por lo que estaban luchando, cuántos murieron por cada caudillo que pensaba en el bienestar de su propia clase, cuantos de estos caudillos pensaban en ti o en mi o en cualquiera más allá de su particular mundo. Sin embargo hoy gritamos vivas a hidalgo mientras hubo y sigue habiendo miles de muertos completamente anónimos y no menos importantes. Parafraseando a Stalin, la muerte de uno es una tragedia, la muerte de miles es estadística.

No cuestiono la importancia de un líder, tampoco los actos que son necesarios para los grandes cambios. Me molesta si, la manera en que estos motivos y estos actos son manipulados y vendidos por nuevos `caudillos´, que enardecen los ánimos comunes con las historias que queremos escuchar, con las que nos gusta creer, con motivos idénticos que sus predecesores hace doscientos, cuatrocientos, ochocientos años: el bienestar personal y la búsqueda de poder.

Y así, estamos parados aquí dos siglos después, con un país `libre´ que se pudre en su propio lodo, con problemas tal vez diferentes pero no menos importantes que entonces, con la libertad cada vez más coartada por nosotros mismos y nuestras decisiones, nuestras ambiciones, o la falta de ellas. Hundidos en nuestra propia y esclavizante mediocridad y la incapacidad absoluta para salir de ella. No, no es incapacidad, es deseo de no hacerlo, el nicho de lo mediano es tan cómodo.

Pan y circo. Qué poco hemos cambiado.

Veo el despliegue de medios para conmemorar la fecha, para recordarnos hasta dónde hemos llegado, para hacernos sentir grandes, fuertes, independientes. Personalmente no me siento grande, fuerte, independiente. Me siento frustrado, me siento agredido, me siento enojado. Observa de manera somera la cantidad de carteles que hay por donde pasas todos los días, la televisión, la radio, la señalética en carreteras, los periódicos, lo que sea, hacia donde voltees, lo que sea que escuches, el bicentenario está en todos lados. Ahora piensa que allí por donde pasas todos los días es solo un callejoncito pequeño de una ciudad enorme. Piensa en la cantidad de recursos necesarios para cubrir esa ciudad hasta el punto en que esta ahora, piensa de dónde salen esos recursos, luego ve y trabaja ocho, nueve, diez, doce horas para ganar la miseria que ganas y pagar un comercial donde el presidente te dice que estés orgulloso de tu libertad, para imprimir un cartel con los rostros que cambiaron a México, para pagar una enorme fiesta en la plaza con un montón de cuetes mientras al lado de tu callejón (o en tu callejón) degollan a veintitrés no menos orgullosos mexicanos.

Y luego vienen, de la nada y te regalan tres días de descanso para que conmemores la importancia del acontecimiento de tu libertad. Tres días muertos en un país que lo primero y quizá lo único que necesita es trabajo. Ve y emborráchate, ve y grita, ve y piérdete en el marasmo de la fiesta que enmascara tu jodida realidad. Vuelvo sobre mis pasos y los redirijo por un momento, pienso en los líderes y en los cientos que murieron a sus órdenes, me imagino como uno de ellos, uno más entre los miles que van a morir, pienso que lo hago por el bienestar de los que vienen, no hoy ni mañana, los que estén aquí en doscientos años, luego los veo, cómo mientras yo renunció a todo y muero desangrado en un campo, mientras mi mujer, mis hijos, mueren igual, para construir un país que valga la pena, ellos están contentos con el país hundido en la mierda en el que están, cómo están tan poco dispuestos, no a morir, sino siquiera a trabajar por ese país. Y no entiendo cómo o por qué es por lo que voy a morir. No vale la pena hacerlo. Ser el pretexto para dejar de esforzarse en lugar de ser el ejemplo por el cual esforzarse. No vale la pena hacerlo.

Muchas veces he dicho que me gusta mucho México, que me gusta mucho ser mexicano. Otras por el contrario, detesto profundamente lo que somos, me da asco el ver la forma en que nos comportamos: hacen como que me pagan, hago como que trabajo. Cuántas veces has escuchado eso, cuántas veces lo has dicho tú mismo. Queremos obtener siempre lo más que se pueda haciendo lo menos posible, no importa en la manera en que lo hagamos. Y aún más que eso, necesitamos saber que estamos jodiendo a quien nos provee trabajo y sustento. No son 24 horas de trabajo lo que perdemos, son 24 horas por cada uno de nosotros que trabaja, alrededor de 63 millones de personas más de 1500 millones de horas desperdiciadas, nos quejamos de que no hay trabajo, de que no hay dinero, traduce esas horas en trabajo, traduce esas horas en dinero. Pero es un decreto presidencial. Presidencialmente pendejas decisiones. Y quien tiene la suficiente conciencia como para decidir trabajar y exigir el trabajo en esas horas, es repudiado por la gente a la que le da empleo.

No podemos construir un país que tan gustosamente estamos felices de sabotear.

De qué sirve la historia, de qué sirve conmemorar y enfiestar una fecha si no tenemos la mínima disposición de construir sobre las bases fundamentales de lo que se supone su esencia, si ni siquiera nos tomamos la molestia de pensar sobre esas bases, sobre sus significados, es solo otra fiesta, qué es lo que festejas, qué has logrado tú para sentirte con el derecho de festejar. Observa la enorme desigualdad en la que vivimos y aceptamos, quejándonos siempre, pero sin los huevos para cambiar. El cambio colectivo, es siempre el cambio individual: todos lo hacen, yo no haría ninguna diferencia. Y bajo esa máxima nos resignamos a ello, nos justificamos en ello, todos, y nadie estamos dispuestos a ser ese cambio, es a fin de cuentas, lo más cómodo, con todo lo jodido que pueda ser. Hablo de país, hablo de colectividad, demagogia. No, no hablo de país, no hablo de colectividad, hablo de mi y de cómo se ven las cosas desde aquí en este momento. Yo no tengo nada que festejar, no me importa Hidalgo ni Morelos ni Aldama ni Zapata ni Madero, yo le iba a Díaz y reitero mi convicción de las verdaderas acciones que son necesarias para lograr las cosas, no me importa cómo valla a estar el país en doscientos años, ni gritar vivas con la cabeza llena de alcohol y el patio lleno de cadáveres. Me importo yo y mi propio bienestar, mi propio progreso, mi propia independencia de todos ustedes. Soy ese tipo eminentemente egoísta que mencionaba al principio y no tengo ningún pudor en admitirlo. Sé sin embargo que para lograrlo dependo –a veces directa y otras indirectamente- de todo lo que me rodea, de ti y de él y de ellos y me da un asco tremendo el ver cómo tú y yo y él, estamos dispuestos a seguir dentro de ese cómodo hueco de la mediocridad, a aceptar que no voy a ser mejor y que no es posible hacer un cambio, a joder todo lo que pueda porque me han jodido a mi, a decir viva México y matarlo con mi apatía, a robarte todo lo que pueda, a esclavizarte todo lo que pueda, ya te chingué, ya nos chingamos todos.

Quizá ya no estemos sujetos de manera obvia a la voluntad y la explotación de otro país, quizá tengamos un gobierno democrático por el que se ha luchado y muerto, pero seguimos tan esclavos de vicios propios y ajenos, estamos tan sometidos por el propio gobierno corrupto y tiránico que nosotros mismos hemos construido y alimentado, que celebrar al respecto me parece, desde mi particular punto de vista, una aberración.

Si hoy fuera obligación inescrutable el gritar algo, de frente y a la cara yo tendría que levantarme y gritar: mis huevos con el bicentenario.

domingo, 5 de septiembre de 2010

bitacora de tianguis

llegamos bien pinche tarde y bien pinche crudos. todo el pinche día y no vendimos más que un jarrón. nos gastamos mucho más de lo que vendimos en mueganos, elotes, gatorades pa rehidratar, bolsas, mazapanes, la comida y la cena. al final, sinfónica que no se oía, con esquites, doñas platiqueras y pleitos sin polis.


números rojos y carcajadas que valieron la pena.


parca bitácora.

jueves, 2 de septiembre de 2010

media vida antes

me acuerdo que en la secu me preguntó un día a un profe qué quería ser cuando tuviera 25 años, me paré y le dije con toda seguridad que no tenía idea de qué iba a ser a los 25 pero que podía asegurarle lo que no iba a ser: un tipo mediocre


me acordé de eso hace unas semanas, poquillo antes de cumplir 28

y

pff

domingo, 11 de julio de 2010

faltantes

tengo un poema justo en la punta de mi lápiz

justo en el borde de mi mente

justo en el filo de mi vida

y no sé cómo empieza

ni cómo sigue

ni cómo acaba

martes, 6 de julio de 2010

trascendencia

la trascendencia es una mierda inventada para paliar una vida
que no vale hasta que se acaba
no me interesa que alguien me recuerde una vez que ya no esté
hago lo que hago solo porque no sé qué más hacer
hago lo que hago solo por no podrirme
hago lo que hago solo por olvidarme

jueves, 1 de julio de 2010

contra.dicción

regálame un mensaje. seguro. el mensaje nunca salió, es por el edificio, supusimos.
salimos del edificio y caminamos un montón de cuadras.
el mensaje nunca salió.
toma, háblale me dijo ella. no, solo quería contestarle, no tengo ganas de escucharla.
por qué.
porque me encanta escucharla.

lunes, 28 de junio de 2010

junio27

Hace días que no escribo aquí. Ni en ningún lado. Pensé en hacerlo hoy y ante la incapacidad de concebir cualquier cosa, pensé reseñar otro de esos días de nada, buscando las palabras, los resquicios, los recursos que lo disfrazaran de alguna manera de algo. Al final, pan con lo mismo. Decidí salir a caminar un rato por eso de las 9 pm. Aburrirme en otro lado, lo de siempre. Llegue sin quererlo a esas piedras, risco número algo dice en la esquina, creo que allí se acaba la colonia, creo que allí se acaba el mundo. Es fácil subir las piedras, grandes piedras, pronto estás arriba y el barranco corta unos 15 metros, supongo, no lo sé, en verdad no se veía, hay una lámpara justo atrás, ilumina el peñasco, alcanza para desnudar algunos cactos, montones de cactos, pienso que debe haber muchos más, pero la luz se muere justo donde se acaban las piedras, grandes piedras, oscuridad casi total, no sé calcular el espacio, la extensión, la distancia, no se ve nada, me gusta. Los cerros a la distancia cortan el cielo, la luna está llena, aunque no tan grande como la he visto en otras ocasiones por estos rumbos, un día la voy a ver enorme desde allí. Me paro sin fijarme mucho alrededor, me siento sin fijarme mucho alrededor. Estoy viendo al frente, los cerros, las estrellas, las torres de cables de luz a la distancia, hacía algo de calor pero aquí está fresco, sonrío, le sonrío al viento, le sonrío a las piedras, le sonrío a la noche. Al final, pienso, el día valió en algo. Me quedo hasta que la luna está bien alta, pensando en círculos, viciosos casi siempre, adictos y enfermos últimamente, siempre es lo mismo, con mínimas variaciones, ya es casi como no pensar, me estoy haciendo viejo y creando poco a poquito estas costras de rencores que no me gustan para nada. Le hablo a Dios. No se si me escucha. Soy breve. No sé si lo escucho. No sé bien cuanto tiempo pasó, bajo de las piedras, seguro de que voy a regresar, varias noches a la semana supongo. Es un buen lugar, así de oscuro, así de quieto, así de solo, huele a piedra, a tierra, a viento, a noche. Regreso despacio, sin muchas ganas de llegar, preparo un licuado con mucho hielo y me lo tomo directo de la licuadora, sentado en el pasillo del depa, con el pedazo de ciudad que se asoma, es raro, por lo regular es este paisaje y cerveza. Ya casi es lunes y mi apatía se alimenta y crece con los minutos que pasan, el dolor de cabeza va y viene, yo vengo y escribo esto, lo dejo hasta aquí y pienso qué voy a leer lo que queda de hoy y el comienzo de mañana, lo que sea, hoy no me importa mucho, hoy no me importa nada.

miércoles, 9 de junio de 2010

congestión

Salí algo tarde, para variar. No mucho, solo un poco, si pasaba el camión pronto incluso podría llegar a tiempo. Llegué a la esquina y venía a dos cuadras. La mañana estaba fresca, había llovido por algún lugar de la ciudad en la noche y se dejaba sentir hasta acá, incluso sonreí. Ella venía en el camión, como casi siempre, igual el tipo este que le queda corto el traje y más gente que no tuve la delicadeza de fijarme, encontré un asiento y me senté con todo mi acostumbrado silencio. Las cuadras de siempre, brincándose algunos topes, vale pensé, voy a llegar a tiempo. Luego me pierdo y me desconecto, no tengo idea de qué pienso en esos lapsos, hay veces incluso que estoy seguro que no pensé nada. Eso se puede, yo lo garantizo. Algún día hablaré un poco sobre eso. Pero hoy no. El asunto es que cuando me vuelve la conciencia, me doy cuenta que después de salir a la avenida no hemos avanzado prácticamente nada. Pierdo a veces la noción del tiempo, totalmente, pero de alguna manera sé que pasó el suficiente como para ir más adelante. Pongo atención, avanzamos a vuelta de rueda en medio de todos esos demás autos que avanzan igual. Eso de en medio es un decir, no sé dónde quede la media en situaciones así. Quince minutos y la cosa no mejora, los celulares empiezan a ser necesarios y los ya voy para allá están en boca de todos. En la mía no. En la mía hay un chingadamadre. Mudo por supuesto. No es que me importe tanto llegar tarde, no pasa nada, solo repongo el tiempo y salgo más tarde al rato, pero no me gusta esperar inmóvil, e inmóvil es prácticamente como estamos. Más tiempo y hemos avanzado así de poco, otro tanto más y estamos en alto total, totalmente en alto un rato más y la gente comienza a apagar los motores, nadie sabe qué chingados hay allá adelante que nos detiene, se ven las luces de una torreta, alguien se partió la madre allá adelante y nos partió nuestra llegada temprano con todo y la salida tarde. No me gusta esperar, ya lo mencioné?. Seguro que sí. Me bajo sin pensarlo mucho, en realidad ya no falta tanto para mi parada. Luego me fijo bien y en realidad todavía falta un rato para mi parada, no importa, prefiero caminar que estar allí sentado con mi chingadamadre en silencio. La cosa es que unos buenos doscientos metros más delante me encuentro la causa de la partidera de itinerarios, algún baboso dejó caer unos bultos de cemento y un montón de tabicones en media avenida. Ok, eso de media avenida no es del todo cierto de nuevo, el carril de alta y parte del central, hay tipos quitando todo, hay tipos que prácticamente terminaron de quitar todo y si, aquí viene, abren de nuevo la circulación y aquí vienen todos esos celulares que anuncian que ahora si ya van para allá, aquí vienen junto con el camión del que casi me acabo de bajar, vuelvo a ver hacia el frente y ahora el tramo que me falta parece más largo. No puedo evitar voltear hacia las ventanillas mientras me pasa. Allí está la mirada sonriente y ligeramente burlona de esta señora mientras me adelanta y sigue viéndome caminar y llegar más tarde de lo que ella lo va a hacer. Si esperas cinco minutos, ya estarías llegando, casi puedo oírla pensar. Le deseó un par de desgracias que en su momento me parecieron muy ojetes y muy cómicas y que no voy a mencionar porque ahora que lo veo más detenidamente, me parecen solamente muy ojetes. No es cierto, me siguen pareciendo cómicas, solo fue un asomo de mi conciencia que se coló, pero ya se fue. Me enfoco y aprieto un poco el paso, luego veo a esta chava barriendo afuera de algún lugar, me parece linda, hola le digo desde unos pasos atrás, ella me ve y con toda la dignidad que ella y su escoba se permiten, se da la vuelta y se mete al lugar al que le barria la entrada. Lo de la dignidad no fue sarcasmo, creo firmemente que las escobas la tienen. Ella porsupuesto también. Yo por otro lado, ya no estoy tan seguro. Camino el resto del tramo pensando en los puntos suspensivos que la digna vuelta dejó en mi boca y las no muy decentes intenciones que llevaban. Cada acontecimiento es una oportunidad, dicen, de algo dicen. Llego cuarenta y cinco minutos tarde, con hambre y con cuarenta y cinco minutos más tarde que aguantarme para comer. Algún día aceptaré que estas cosas no son una señal, ni una oportunidad, solo son pendejadas que me suceden muy a menudo.

Acaba de empezar otro día y comenzó a llover, me gusta dormir mientras llueve.

viernes, 4 de junio de 2010

´y si muriera hoy`

.



si los nacimientos y las muertes están de alguna manera conectados
si hay algún itinerario
si algún día te vi
si la distancia
si las ganas y la falta de ellas
si la muerte te/me alcanza
por minutos de distancia
muramos. no pasa nada.




.

lunes, 24 de mayo de 2010

me importa un pito ajeno la papeleta

El problema de alejarse y desaparecer por cierto tiempo, es que todo aquello de lo que te alejaste y desapareciste por cierto tiempo, sigue su curso. Las personas cambian, se consiguen novios y se casan, se vuelven fieles, se pierden esos puntos comunes y cualquier posible interés en ellos, si es que alguna vez los hubo. Si, los hubo.

El verdadero problema es regresar, todo lo breve que eso sea y esperar, de alguna manera que las cosas sigan como cuando te fuiste, te alejaste, desapareciste.

Después caminas unos cuantos kilómetros por calles tan conocidas y notas, incluso en ellas, que no se han alejado y mucho menos desaparecido, esos cambios, sutiles algunos, tan notorios otros, subes por ese puente que a fuerza de pensar en lo que pensabas la primera vez que lo subiste, no te gusta y te llenas de esa melancolía que se acerca tanto a la tristeza, tratas de alejarte, sientes el bajón tan cerca y no lo quieres, no lo quiero, ya no, nunca lo he querido, hoy menos.

Todo pareció tan rápido, tan lleno de esa prisa que no entiendes, que hace que los hoy se acaben y los mañanas lleguen y se vallan, de la misma manera, sin alcanzar a hacer nada, todo el día de nada. Había dicho que dejaba de hacer planes. He dejado de hacerlos, pero es inevitable pensar en cierto orden cronológico y la manera en como te gustaría que las cosas pasaran, las cosas que te gustaría que pasaran. No pasan.

Siempre digo que ahora si tengo el tiempo suficiente para llegar al autobús sin prisas. De alguna manera el tiempo se va y las prisas se vienen. Llego corriendo y veo el autobús en el andén, lo alcancé. No lo alcancé, sigue aquí, pero ya se entregó la papeleta, las reglas, los inspectores, la chingada y ya no puedo subir. Cambian mi boleto para el próximo en el que hay lugar, me queda hora y media de espera, pienso en regresar a mi casa, luego pienso que si regreso se me va a hacer tarde de nuevo. Así que me quedo. Enojado. Me importa un pito ajeno la papeleta, las reglas, los inspectores, la chingada. El autobús seguía allí y ya no pude subir. Me revienta el hígado. Camino y trato de calmarme, no es verdad, camino solo por caminar, un fin de semana lleno de esta extraña frustración que no acabo de comprender, viene y se regodea con el autobús que alcanzo y que me deja.

Todo sucede por algo, me repito, quizá le pase algo al autobús que se fue y yo estoy aquí a salvo, quizá suba al que sigue, en hora y media y se siente junto a mi el amor de mi vida, estuve a punto de perderla yéndome hora y media antes. Quizá la bifurcación que me arrebate de hoy y me lleve al mañana con todo eso que quiero sin saber qué es y que espero sin la mínima esperanza me alcance de alguna manera en esta sala de espera mientras leo un libro sin entender una palabra, quizá se me ocurra la historia que todo lo cambie sentado en esa banca azul, quizá pasé algo que me haga ver que todo sucede por algo.

La banca azul está lejos de ser esa musa que me dicté historias y los arrebatos siguen tan ausentes como lo han estado siempre. Subo al autobús aún molesto. Ella debe tener unos cuatro o cinco años más que yo, es morena, trae sandalias y ropa cómoda, lo que sea, no lo recuerdo, se sienta justo después de que yo lo hago. Eres el amor de mi vida, le pregunto. Me mira de esa manera, no dice una palabra, se acomoda en su asiento y me ofrece parte de esa espalda que ya no miro. Viaja de la misma manera hasta Celaya. Se baja. No la miro. Allí va el amor de mi vida. Valla vida la mía. Llego y me dirijo en seguida a preguntar sobre el autobús de la hora y media anterior. Llegó bien y sin ningún contratiempo. Creo que veo mucha tele. Vale, en algún tiempo, ví mucha tele. Una de esas cosas extraordinarias que nunca me pasan, no volvió a suceder, solo pierdo camiones y tiempo y dinero y días de esta manera absurda e intrascendente. Vamos a cenar y me atasco unas flautas, pudieron estar más doradas. En fin. Una vez más frente a la ventana abierta resumiendo nada en estos renglones. Me voy a la cama sin una pizca de sueño a abrir un libro recién comprado y deseando de alguna manera, que mañana no sea lunes. Veo el reloj y me doy cuenta. Ya es lunes.

domingo, 9 de mayo de 2010

púdrome

.



pinche día jodido
me desperté a las 11 am pensando que eran como las nueve
todo adolorido
molido
y con la apatía más grande de estos últimos días apáticos
insoportable calor
la cabeza no ayuda
amaneció doliendo
soñé mucho
futbol, derribábamos parte de un muro, andaba con el seco y con unas chavas de ario, llevábamos el pedazo de muro a un cementerio, me tiraba en los pantalones unos chiles en vinagre que llevaba en un vaso desechable y que no tengo ni puta idea de porqué los traía, luego en el cementerio había como unos cuartos de museo, no sé que cosa, el chiste que entreabría una puerta que me decían que no abriera y de donde salía un sueño de mujer buscando a quién le iba a dar su corazoncito y sus carnes, una de las chicas que iba conmigo se me abrazaba asustada, creo que era dulce, la chica sueño se acercaba a nosotros y yo seguro que me hiba a escoger por haber entreabierto la puerta, escogía a dulce que ahora ya no era dulce y yo me quedaba de qué chingados. luego no sé, se acabó ese sueño y hubo otros antes y otros después pero ya no me acuerdo. la cosa es que desperté y me sentía mucho más cansado que cuando me fui a dormir. me sigo sintiendo así
encendí la tele y vi algo, no sé qué
luego vi perder al américa mientras me desayunaba unas palomitas con cerveza
después otra peli babosa de unos weyes presos que juegan futbol americano contra los guardias, la misma mamada de siempre
la vi completa
postergo seguir con eso de nissan
en verdad no tengo ganas de hacerlo
no me sale
no tengo ganas
no me sale como quiero
como debe
y menos tengo ganas
y es importante
buena oportunidad
sigo dejando que se vallan
tengo que escribir una carta
no lo hago
el calor me pudre
el depa es un asco
dos semanas que no hago aseo
podría hacerlo ahora
no lo hago
me duele la cabeza
el calor me pudre
yo me pudro
sigo adolorido
molido
sin ganas
son las 4:14 pm y tal vez debería pensar en comer algo
no quiero salir
de cualquier manera no tengo hambre
debería bañarme
limpiar aquí
trabajar en esos coches
dibujar
cualquier otra cosa
pintar
tengo tiempo justo ahora
y lo tiro
lo pudro
estoy físicamente echo una basura
y no hago nada por remediarlo
aunque sea un poco
si pudiera dormir
dormía
puto calor
puta apatía
me escondo tras de ella
no me ezfuerzo
no quiero hacerlo
tirarme y quedarme allí
la inconsciencia no viene
me evade
me evado
me pudro
estoy harto de esto y de mi
de mi
y de todo
de todo en mi
y no hago nada
solo
me pudro.

martes, 4 de mayo de 2010

diez cortos minutos

.


no entiendo qué es lo que les pasa.

tengo más de una hora esperando

esperando

esperando

la gente entra allí y los escucho

hablar

no sé lo que dicen

solo escucho sus voces hablando

hablando

hablando

me pregunto qué tanto tendrán

que decir

me respondo que no me importa

yo espero aquí una hora

y más

pienso que podría estar en cualquier otro lugar

haciendo exactamente lo mismo

que hago aquí

nada

pero sin esperar

sin embargo

sigo esperando una hora

y más

no entiendo qué es lo que pasa

yo entró allí y después

de diez cortos minutos

salgo

exactamente igual

pero con menos dinero



.

viernes, 30 de abril de 2010

montaña de vacío

.



hoy el dolor de cabeza volvió
con todo
han sido días difíciles
mucho

así que esto es
entonces así se siente

ya no quiero estar/esto así
extraño mi sonrisa de a todas horas
quiero escribir
pero no tengo
temas/ganas/nada
parece que avanzo en algo
y luego estoy de nuevo aquí
el vacío de siempre
se volvió una montaña
la montaña se derrumbó en mi cabeza
hay que cavar todo lo cavable
para salir
pero no sé cavar
a veces no quiero saberlo
permanecer bajo el derrumbe
montaña de vacío
se me acaban las palabras
o se amontonan
sin orden alguno
sin intención alguna
parte del derrumbe
el problema señor mío
está en tu cabeza
y si quieres ir
solo un poco más allá...
en tu alma
cava.



.

lunes, 12 de abril de 2010

yo pensé que estábamos viendo televisión

.


Yo pensé que estábamos viendo televisión. Ya no tienes la pielesita de princesa que tenías. Están estás ojeras de casi siempre. Las arrugas en las comisuras de tus ojos y la frente. Empiezas a quedarte calvo. Estás más gordo y sonríes mucho menos, tienes algunas de estas canas, tu nariz es más grande y se inclina cada vez más. No era una queja. Mucho menos un reclamo. Ella pasaba sus dedos por mi rostro. Yo tomé el control y cambié el canal, una vez más.


.

sábado, 27 de marzo de 2010

viernes27

Pues si, tal vez ahora las salas de cinemex son mejores que las de cinépolis, pero la comida allí definitivamente apesta.

Muy buena película. Me como todo, renegando. Me como todo.

No tenía ganas de regresar otro viernes solo al depa, tampoco tenía humor suficiente como para hablar, reír, escuchar, ver a los demás, sin embargo, está esta necesidad de estar un rato entre la gente. Así que allí estás, viernes por la noche, vas y te metes a una sala de cine, junto con el resto de ellos, después no hay que ver a nadie, si puedes, te metes en la película, si no, esperas allí sentado a que acabe. Esta fue una buena película. Una buena película a la que no pude ponerle toda la atención que hubiera querido. No dejo de pensar en ese rato, tan breve, justo antes de entrar. Estoy allí parado, sin pensar realmente nada, mirando en general y luego ahí está. Me le quedo mirando y no sé qué pensar. El vidrio frente a mi me mira exactamente de la misma manera y me sacude una bofetada helada. Ese soy yo.

Una camisa azul a cuadros, pantalón café, las botas algo sucias, el cabello largo y desarreglado, las enormes ojeras, algo encorvado, los hombros bajos, las manos en las bolsas y esa mirada que me ve, completamente vacía. Pongo atención y huelo a sudor de todo el día, de toda la semana, de toda la vida. Siento pena por el reflejo.

Intento sonreír. Y no puedo, siempre ha sido tan fácil sonreír, nunca he necesitado una razón en particular, siempre he encontrado los momentos, los pretextos, las sonrisas, siempre he podido reírme de absolutamente todo. Y ahora no puedo.

Algunos problemas con los subtítulos al inicio, el encuadre del proyector tampoco está bien. Diez minutos, poco más, poco menos, arreglan las cosas. Una buena película. Me gusta. No dejo de pensar. Ese no soy yo. Ese no soy yo. Yo podía sonreír. Ese no soy yo. Siempre. Ese no soy yo. Dónde lo perdí. Ese no soy yo. Ese soy yo.

lunes, 15 de marzo de 2010

necesidad

Necesito esta mujer

De la cual pueda enamorarme

sin restricciones

sin límites

sin incertidumbres

Necesito esta mujer

De la cual pueda enamorarme

con pasiones

con acciones

con el tiempo por venir

Necesito esta mujer

De la cual pueda enamorarme

que me dicte poesía con su sonrisa

que me llene de sonrisa la poesía

que se permita y me permita

Enamorarla

Necesito esta mujer

De la cual pueda enamorarme

que me regale sus días

y me comparta sus sueños

que me regale sus noches

y se adueñe de mis sueños

Necesito esta mujer

De la cual pueda enamorarme

que una tarde cualquiera

sin pensarlo

sin quererlo

sin notarlo

me mire distraída

y me diga te amo.



·