miércoles, 9 de junio de 2010

congestión

Salí algo tarde, para variar. No mucho, solo un poco, si pasaba el camión pronto incluso podría llegar a tiempo. Llegué a la esquina y venía a dos cuadras. La mañana estaba fresca, había llovido por algún lugar de la ciudad en la noche y se dejaba sentir hasta acá, incluso sonreí. Ella venía en el camión, como casi siempre, igual el tipo este que le queda corto el traje y más gente que no tuve la delicadeza de fijarme, encontré un asiento y me senté con todo mi acostumbrado silencio. Las cuadras de siempre, brincándose algunos topes, vale pensé, voy a llegar a tiempo. Luego me pierdo y me desconecto, no tengo idea de qué pienso en esos lapsos, hay veces incluso que estoy seguro que no pensé nada. Eso se puede, yo lo garantizo. Algún día hablaré un poco sobre eso. Pero hoy no. El asunto es que cuando me vuelve la conciencia, me doy cuenta que después de salir a la avenida no hemos avanzado prácticamente nada. Pierdo a veces la noción del tiempo, totalmente, pero de alguna manera sé que pasó el suficiente como para ir más adelante. Pongo atención, avanzamos a vuelta de rueda en medio de todos esos demás autos que avanzan igual. Eso de en medio es un decir, no sé dónde quede la media en situaciones así. Quince minutos y la cosa no mejora, los celulares empiezan a ser necesarios y los ya voy para allá están en boca de todos. En la mía no. En la mía hay un chingadamadre. Mudo por supuesto. No es que me importe tanto llegar tarde, no pasa nada, solo repongo el tiempo y salgo más tarde al rato, pero no me gusta esperar inmóvil, e inmóvil es prácticamente como estamos. Más tiempo y hemos avanzado así de poco, otro tanto más y estamos en alto total, totalmente en alto un rato más y la gente comienza a apagar los motores, nadie sabe qué chingados hay allá adelante que nos detiene, se ven las luces de una torreta, alguien se partió la madre allá adelante y nos partió nuestra llegada temprano con todo y la salida tarde. No me gusta esperar, ya lo mencioné?. Seguro que sí. Me bajo sin pensarlo mucho, en realidad ya no falta tanto para mi parada. Luego me fijo bien y en realidad todavía falta un rato para mi parada, no importa, prefiero caminar que estar allí sentado con mi chingadamadre en silencio. La cosa es que unos buenos doscientos metros más delante me encuentro la causa de la partidera de itinerarios, algún baboso dejó caer unos bultos de cemento y un montón de tabicones en media avenida. Ok, eso de media avenida no es del todo cierto de nuevo, el carril de alta y parte del central, hay tipos quitando todo, hay tipos que prácticamente terminaron de quitar todo y si, aquí viene, abren de nuevo la circulación y aquí vienen todos esos celulares que anuncian que ahora si ya van para allá, aquí vienen junto con el camión del que casi me acabo de bajar, vuelvo a ver hacia el frente y ahora el tramo que me falta parece más largo. No puedo evitar voltear hacia las ventanillas mientras me pasa. Allí está la mirada sonriente y ligeramente burlona de esta señora mientras me adelanta y sigue viéndome caminar y llegar más tarde de lo que ella lo va a hacer. Si esperas cinco minutos, ya estarías llegando, casi puedo oírla pensar. Le deseó un par de desgracias que en su momento me parecieron muy ojetes y muy cómicas y que no voy a mencionar porque ahora que lo veo más detenidamente, me parecen solamente muy ojetes. No es cierto, me siguen pareciendo cómicas, solo fue un asomo de mi conciencia que se coló, pero ya se fue. Me enfoco y aprieto un poco el paso, luego veo a esta chava barriendo afuera de algún lugar, me parece linda, hola le digo desde unos pasos atrás, ella me ve y con toda la dignidad que ella y su escoba se permiten, se da la vuelta y se mete al lugar al que le barria la entrada. Lo de la dignidad no fue sarcasmo, creo firmemente que las escobas la tienen. Ella porsupuesto también. Yo por otro lado, ya no estoy tan seguro. Camino el resto del tramo pensando en los puntos suspensivos que la digna vuelta dejó en mi boca y las no muy decentes intenciones que llevaban. Cada acontecimiento es una oportunidad, dicen, de algo dicen. Llego cuarenta y cinco minutos tarde, con hambre y con cuarenta y cinco minutos más tarde que aguantarme para comer. Algún día aceptaré que estas cosas no son una señal, ni una oportunidad, solo son pendejadas que me suceden muy a menudo.

Acaba de empezar otro día y comenzó a llover, me gusta dormir mientras llueve.

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