martes, 21 de febrero de 2012

inercia

Llego de noche y sin siquiera entrar vuelvo a salir, me espera mi casa sola, siempre puede esperar un rato más. No hay mayor necesidad fuera de caminar un poco, la noche lo sugiere, mi casi siempre inmóvil cuerpo lo tendría que agradecer. Sólo algunos pasos.

Antes buscaba la caja con aparentemente menos gente, nunca me ha gustado esperar. Los carritos llenos se amotinan en las filas. Yo llevo en las manos lo que necesito. Una caja de cereal, el cartón de leche. Algunas cervezas, un par de manzanas o jamón y pan, queso, un solitario jabón, una botella de agua o más cervezas, un tipo sólo puede sin dificultad alguna cargar todo lo que necesita en sus dos manos. Incluso, los hay mancos también, que cargan con ello en una sola de ellas. Luego deje de formarme detrás de donde la lógica de un breve análisis sugería que fuera el lugar más apropiado para un cobro rápido y mi libertad otra vez en la calle. Invariablemente, cuando está por llegar mi turno, hay corte de caja, o la señora de adelante tiene problemas con su tarjeta de crédito y hay que esperar al supervisor, o no pasa el código de lo que llevo y el encargado de electrónica viene de rodillas desde donde putas esté después de vocearlo tres o cuatro veces para decirle que si, que el paquete de clavijas que llevo cuesta veintidós pesos, se lo hubiera cobrado como pan, joven, dice la cajera con una sonrisa que quiere ser conciliadora; como pan o como un trozo de la verdadera cruz de cristo de a veintidós pesos, le digo con una sonrisa. Sólo le digo la sonrisa, lo demás me lo meriendo con el plátano ligeramente pasado de mi refri que ya estoy visualizando.

Es cierto que para lo que llevo, podría comprarlo en otra tienda de cualquier esquina, pero el supermercado es la esquina primera después de mi casa y busco a veces un pretexto como ese para quejarme de la gente y de mi mismo y mi suerte con los cortes de cajas y las señoras con tarjetas y los encargados de electrónica que se putas tardan. Quejarse es algo que me sale bien. Desafortunadamente le sale bien a la mayoría, entonces, difícilmente es un arte que pudiera explotar como lo que mereciese si fuera ligeramente más exclusivo.

Hoy paso rápido y sin cortes. Puedo comenzar su cuenta. Si. Encontró todo lo que buscaba. Si. Desea alguna recarga para celular. No. Tiene idea de la tristeza que viene cargando hoy. Si. Qué es lo que le preocupa. El estar preocupado, antes no me pasaba. Usted ha madurado, o lo está haciendo, preocuparse es importante para el proceso. Supongo. Le cobro sesenta y tres pesos, quiere donar dos pesos para el redondeo. No. Necesita sonreír. Si, solía ser muy fácil. Qué lo ha vuelto difícil. No es difícil, solo es ausente. Qué le divierte. Casi todo. Debería sonreír entonces. Me preocupa la inercia, la perdida de mi humor absolutamente simple. Eso es una paradoja. Quizá lo sea. O un círculo vicioso más bien. Más bien. Desea hacer algún retiro de su tarjeta. No. Ya se fijó que soy suficientemente guapa debajo del mandil verde y las nueve de la noche. No, no lo había notado. Mire, he ahí el problema, usted ha dejado de ver. No completamente, estaba mirando apenas distraídamente el trasero firme aunque no muy bien proporcionado de la cajera de enfrente. Mire, he ahí el problema. Cuál. Está dejando de ver por querer ver. Es usted una puta lumbrera. Y usted un pendejo ingrato. Qué hace desperdiciando su empatía y lucidez ocho horas bajo un mandil verde. Me gano la vida. La vida no se la ganó, se la dieron sin merecimientos. Me gano el pan para sustentar una vida inmerecida. Eso suena a algo que pude haber dicho yo. Bueno, lo estás escribiendo, realmente no estoy segura si lo dije yo o pusiste las letras en mi boca. ¿Todo esto sucedió? Está sucediendo, acaba de suceder con cada palabra que dejas atrás. Y supongo que no saldrás un viernes por la tarde conmigo. Pude haberlo hecho, si me hubieras visto en lugar de estar sosteniendo tus propios hombros. La inercia. Llámalo como quieras, lo cierto es que nos tuteamos desde hace unos renglones y ni siquiera lo habías notado. Pero sólo eres parte de mi mente, de un recuerdo borroso de tu cuerpo bajo un delantal verde y el sonido de la caja registradora sobre tu voz. Bendita esquizofrenia, nunca estarás solo.

No hay comentarios: