sábado, 6 de marzo de 2010

babel

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¿Te has parado un sábado por la noche, cualquiera, en un centro comercial atestado de gente, caminando, hablando, riendo, llorando, lo que sea; y dejado de poner atención a lo particular para poner atención a lo general?

Allí estaba, esperando afuera de una tienda de porquerías, sin ver nada específico, un par de ojos lindos, unas caderas unidas a esas largas piernas que las mecían, burlándome de todo lo diferente, de todo lo uniforme, de las viejas que se ponen esos suetercitos pequeños que resaltan aún más las lonjas, de los tipos que arrastran esa enorme inseguridad detrás de una retadora cara de pendejos, de las pubertas que se visten como putas y apenas pueden caminar con esos zapatos; coqueteando sin darme completa cuenta, descarada, breve (y muy inconcientemente) con la señora casada del brazo de su esposo, viendo el montón de parejas que pasan y se van, los embarazos con toda seguridad (mi seguridad por supuesto) no deseados, las bolsas de compras llenas de status, una televisión arriba en una esquina, sorprendiendo de repente mi reflejo en el aparador e ignorando (o tratando de hacerlo) mi propia patética situación en ese momento. Camino en círculos mientras espero, viendo todo esto, sin ninguna atención, pensando tal vez en otra cosa, en verdad nunca sé con certeza en qué estoy pensando. De repente me detengo y me doy cuenta de mi burbuja, hermosa burbuja, acorazada burbuja, salvadora burbuja, dudo un momento, luego, irresponsablemente, la abro.

Retrocedo un par de pasos y fijo mi mirada en el techo, perfiles metálicos, concreto, pintura blanca, algunos cables disimulados, quizá la parte menos cuidada de estos lugares, miramos cada vez menos hacia arriba. No quiero cerrar los ojos, no necesito hacerlo.

La estática de miles de palabras pronunciadas a la vez. Cientos de respiraciones y pasos y latidos, no me esfuerzo en desmenuzarlas, tratar de interpretarlas, de cualquier manera no podría, olvido la percepción individual, me pierdo en lo homogéneo, mi vista fija en el blanco, mis oídos abiertos y sin filtros, una marea sorda de ruido bajo, interrumpida por un llanto de niño que se funde enseguida, por la carcajada de una mujer que se disuelve en un instante, no entiendo una sola palabra, soy un recién llegado en una babel de murmullos impersonales, me sumerjo en una tina viscosa de ruido amortiguado, evito cerrar los ojos, necesito esa ancla, ese madero que me mantenga a flote del naufragio, busco alrededor, sin moverme, un resquicio de silencio, una pausa, un espacio vacío, virgen de aliento y vibración, un segundo, menos que eso, sé que si está allí, lo encontraré, me encontrará, pero no lo hago y tampoco lo hace, la sábana heterogénea del prójimo me envuelve por completo y me regala pródiga, hirviente, con desesperación, incomodidad, asco.


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2 comentarios:

any dijo...

y cuando sera el dia q sete haga ligarte a una doña casada

jajajajaja.

xd

any dijo...

te fuiste sin decirme adios

pinchi morro fieroso

¬¬